martes, 12 de enero de 2016

ORIGEN DE LAS VOCES “CHACO” Y “GUALAMBA”

Explicación de los primeros cronistas.
     Desde el comienzo de la Conquista, los españoles dieron el nombre de “Chaco” o “Chaco Gualamba” a una extensa comarca boscosa que se encontraba al Oriente de la Provincia del Tucumán y de las sierras subandinas, y cuyos límites naturales por el Este llegaron a ser los ríos Paraguay y Paraná. Los diversos cronistas que se ocuparon de describir esta región y a los pueblos que la habitaban, nos dejaron distintas interpretaciones sobre el origen de este vocablo.
     El historiador jesuita del Siglo XVIII Pedro Lozano sostuvo que la voz “chaco”, de origen quichua, designaba a una gran junta o reunión de naciones indígenas, que encontraban en esa región un seguro refugio para sus correrías. Dice sobre esto en su “Descripción Chorográfica del Gran Chaco…”:
Imagen
Edición del S. XVIII de la obra de
Pedro Lozano sobre el Chaco
 “La etimología de este nombre, Chaco, indica la multitud de las naciones que pueblan esta región. Cuando salen a cazar los indios y juntan de varias partes las vicuñas y guanacos, aquella muchedumbre junta se llama Chacu, en lengua quichua, que es la general del Perú, y por ser multitud de naciones las que habitan las tierras referidas, les llamaron a semejanza de aquella junta, Chacu, que los Españoles han corrompido en Chaco.”

    Otros cronistas, como el también misionero jesuita Joaquín Camaño S. J., expresó que esta palabra tuvo su origen en un sistema de cacería de vicuñas que practicaban los naturales.
     Por su parte el cronista José Jolís S.J., en su “Ensayo sobre historia natural del Gran Chaco”, sostuvo que este nombre fue aplicado por los aborígenes a aquellos lugares donde existían gran variedad de animales y a las cacerías que allí se efectuaban. Agrega Jolís que en determinadas épocas estas cacerías eran realizadas por el Inca o por sus gobernadores, y que en dichos lugares se construían reparos de piedra donde se encerraban a los animales cazados. Uno de estos sitios más renombrados –denominados “chacu” por los indígenas- se ubicaba en la jurisdicción de la ciudad de Salta, al Este de la ciudad de Jujuy. De este sitio tomó el nombre toda la región boscosa que se extendía de esta ciudad hasta la ciudad de Tarija (actual Bolivia).
      El Padre Martín Dobrizhoffer S.J., en su “Historia de los Abipones” también vinculó al nombre “Chacu” con las cacerías que efectuaban los aborígenes, pero señaló que esa voz quichua designaba a “un cúmulo de fieras muertas en la caza y colocadas en el mismo lugar”, y que como esa región era asilo y refugio de muchos pueblos indígenas, se le dio el nombre de “Chaco” desde muy antiguo.
    El misionero jesuita Gaspar Osorio, precisó mejor en 1630 la ubicación geográfica  del Chaco: “Está el Chaco en el riñón y en el medio de estas provincias que le tienen como cercado, que son Potosí, La Plata, Santa Cruz de la Sierra y Tucumán.”

La cacería de “ojeo”.
      El ya citado Padre Camaño en su obra “Noticia del Gran Chaco” escrita en,  1778 describe la cacería de vicuñas que realizaban los aborígenes de Humahuaca, en el Norte de la provincia de Salta, en términos muy gráficos:
      “El modo de cazarlas es distribuirse muchos cazadores de una compañía por los contornos de un determinado sitio, que tienen señalado, y dispuesto, o como murado para este fin: espantarlas por todas partes hacia el tal sitio, y cercarlas en él unos, mientras los otros dentro de aquel recinto las van corriendo y cogiendo, o derribando con las armas de caza que llevan. Este modo de cazar, y la junta misma, o recluta misma que hacen de vicuñas, o de cualquiera otra especie de animales, que cazan en esa manera, se llama Chacu en la Lengua General del Perú, que dichos indios hablaban y hablan hasta el presente. El mismo nombre dan a los sitios que tienen destinados para esa especie de caza.”
       El Padre Camaño también nos explica de qué manera este nombre pasó a designar a las tierras situadas al Oriente de la ciudad de Jujuy, hasta ser aplicado a toda la extensa llanura boscosa conocida posteriormente por “El Gran Chaco”. Dice que los conquistadores españoles que ocuparon la parte Norte del Tucumán, en su trato con los aborígenes escuchaban con frecuencia que éstos querían ir al Chacu, significando que deseaban dirigirse a cazar o al sitio o lugar de cacería. Como aquellos no entendían bien el significado de estas expresiones, creyeron que los naturales llamaban Chacu a aquellas tierras a donde iban o adonde señalaban cuando se les interrogaba hacia donde quedaba esa comarca. Así terminaron designando con ese vocablo a toda la extensa región situada al oriente de Chichas en el Norte de Tucumán, y continuaron haciéndolo a medida que penetraron con sus expediciones, a falta de otro topónimo. De este modo, un nombre que al principio sólo designaba una zona reducida de la frontera del Tucumán, bañada por el Río Bermejo en su curso Superior, terminó designando a toda la inmensa región que ocupa el centro de América del Sur y es compartida por Argentina, Paraguay y Bolivia.


La primera mención documental.
    La primera vez que la voz “Chaco” se aplica en sentido toponímico o geográfico es –según el Historiador López Piacentini-  en la Probanza de Servicios de Cristóbal González del 13 de Enero de 1589, un miembro de la expedición organizada por el Gobernador del Tucumán Ramírez de Velazco con la finalidad de fundar una ciudad en las márgenes del Río Grande o Bermejo. En este documento el Gobernador señala que “Chaco Gualamba es la otra parte del Río Bermejo, cerca de la Cordillera de los Chiriguanos.” Como se ve, estas tierras, situadas al Sudeste de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, estaban muy lejos de abarcar toda la región que posteriormente fue conocida como El Gran Chaco. Un mapa de Sansón D`Abbeville de 1650 documenta la zona restringida situada al Norte del Río Bermejo, que entonces era conocida con ese topónimo. Pero la cartografía jesuítica del Siglo XVIII registra muy bien la amplitud geográfica que había adquirido posteriormente esa designación.
Mapa del Chaco del Siglo XVIII incluida en la obra
"Historia de los Abipones" de Martín Dobrizhoffer
     En el mismo sentido se pronuncia el historiador Ramón Tissera en un escrito sobre el origen del nombre “Chaco” y “Chacogualamba” publicado en la Revista de la Junta de Historia del Chaco, aunque advierte que el Gobernador Velazco sólo menciona la palabra “chaco” en toda su correspondencia posterior. Agrega que pocos años después otro documento menciona nuevamente a este topónimo. Se trata de una solicitud del Teniente de Gobernador Francisco de Argañaraz a la Audiencia de Charcas, para que se lo autorice a “…la conquista de los chacogualambas, tierra incógnita a la vuelta de la cordillera de Jujuy”. En este caso el peticionante advierte que ese nombre hacía referencia al gentilicio de los pobladores y no al territorio que habitaban.
      Como podemos ver, desde los primeros registros documentales la voz “chaco” queda asociada al vocablo “gualamba”, haciendo más compleja todavía su interpretación.

Interpretaciones modernas.
Los historiadores que se ocuparon del pasado de nuestra región a partir del Siglo XX también trataron de dilucidar el significado de la palabra Chaco y de su aplicación a esta extensa región del Continente Americano. Así, Enrique de Gandía en su obra: “Historia del Gran Chaco” (1929) señala que la voz “chacú” fue explicada por varios cronistas de la Historia del Perú como el principal sistema de cacería empleada por los pueblos del incario, en el cual participaban miles de aborígenes quienes armando un gran cerco y en medio de un gran vocerío, lograban encerrar a muchos animales para después ultimarlos con facilidad. Estas cacerías eran también motivo de fiestas y regocijo para las tribus participantes.
     El mismo Enrique de Gandía señala que otra acepción de esta palabra significaba la multitud de naciones indígenas que poblaban la región, y que siguiendo una regla constante en la formación de los nombres, por extensión este vocablo pasó a designar al territorio donde tenían lugar esas cacerías y a los pueblos que la practicaban.
     Con respecto a la manera como este sistema de cacería llegó a la región, el Padre Gabriel Tomassini en su obra “La Civilización Cristiana del Chaco” (1937) nos trae una versión que se apoya en una tradición, recogida por el Padre Alcaya, Cura de Mataca (en la actual Bolivia) en una “Relación” enviada al Marqués de Montesclaros. Refiere que un descendiente del linaje Inca vino a conquistar una vasta y rica región situada al Norte del Río Parapití, antes de la llegada de los españoles. Este personaje, ya sea aventurero o un dignatario del incario llamábase Guacane, y una vez establecido su poder en esta tierra, introdujo esas cacerías originarias del Perú conocidas con el nombre de chacú. Lo más probable es que esta versión no sea más que una interpretación legendaria de la dominación incaica, la cual trajo a la región del Tucumán prácticas y ceremonias propias del imperio incaico. La abundancia de animales de caza en la región boscosa de las estribaciones de la sierra y de tribus numerosas adaptadas a ese medio, pudo haber incentivado en los gobernadores incas el deseo de trasladar a la misma la práctica del chacu como una manera de mantener sujetos y fieles a los belicosos pueblos indígenas de estas comarcas. Cuando los españoles llegaron a estas comarcas en el siglo XVI se sorprendieron al encontrar está práctica de cacería muy extendida entre los pueblos aborígenes de la región.
     A su vez, el historiador correntino Hernán Gómez en su “Historia de la Gobernación del Chaco”, sostiene que al principio de la Conquista nuestra región recibió varias denominaciones, que variaban según las distintas secciones geográficas, las cuales incluían el nombre de las diversas tribus autóctonas. Posteriormente estas denominaciones se unificaron en la de Gran Chaco, debido a que recibía el nombre de “Chaco” el territorio de los Chanés, pueblo situado entre los ríos Guapay y Parapití en el sector Nordeste de la región chaqueña, dentro de lo que es hoy jurisdicción boliviana. Según la tradición, el sistema de caza colectiva denominado “chacu” fue introducida por Sinchi Roca, hijo de Manco Capac, emperador de los Incas, en el territorio bañado por el Río Guapay habitada por los Chanés. Dice Gómez que esta modalidad de cacería que empleaba hasta a cinco mil hombres, necesitaba de una autoridad eficaz y superior para coordinar la acción de tantas tribus y también para asegurar una distribución equitativa de la caza lograda, sin que se generen conflictos. Finalmente los cartógrafos y viajeros, por desconocer los límites geográficos del hábitat de los chanés, extendieron y aplicaron el nombre de Chaco a toda la región comprendida por los río Paraguay, Paraná y Salado.
     El Historiador Ramón Tissera, ya mencionado, y que se ocupó de dilucidar esta cuestión en varios escritos, resumió en su obra “Chaco. Historia General” publicada después de su muerte, el origen prehispánico del vocablo:
     “Se sabe ya que los nombres Chaco o Chacogualamba designaban inicialmente un breve territorio marginal de la frontera tucumana, casi irrisorio respecto a la dilatada región que hoy conocemos con esos nombres. En segundo término, desde mucho antes de llegar a oídos de los españoles el raro topónimo, éste ya era común entre la población indígena del Tucumán de la conquista, como referencia a tierras y gentes extrañas pero no desconocidas.”
     
       Hay que agregar que la palabra “chaco” posteriormente evolucionó y en las culturas andinas designó a las llanuras donde anteriormente se realizaban las cacerías, a las haciendas establecidas en aquellas llanuras y a los corrales de ciertas dimensiones donde se encerraba a las vicuñas o a otros animales. Actualmente se practica en algunas zonas de la Provincia de Catamarca el arreo de vicuñas con la finalidad de esquilarlas y aprovechar su lana para el tejido de diversas prendas. Este arreo recibe el nombre de “chaku” en recuerdo de las que antiguamente se realizaban en el Perú.
       Por su parte, el historiador Dr. Ernesto J. Maeder, sostiene en su obra “Historia del Chaco”, que al contrario de lo que ocurrió en el NO argentino, los conquistadores que exploraron la región desde el Este, como Alvar Núñez Cabeza de Vaca y el primer historiador asunceño Ruy Díaz de Guzmán “…nunca aludieron al Chaco, sino que se refirieron más bien a la Provincia del Río Bermejo, a los Llanos de Manso, e incluso al Valle Calchaquí, que curiosamente designó durante mucho tiempo al hoy Chaco santafesino.”



Cacería de yaguaretés entre los Mocobíes según el Padre Florián Paucke (S.XVIII)
La voz “gualamba”
     Ya vimos como en los primeros documentos de la Provincia del Tucumán a fines del Siglo XVI la voz chaco aparece estrechamente vinculada o unida al vocablo gualamba, cuya etimología también fue objeto de muchas interpretaciones y opiniones encontradas por parte de los estudiosos del tema. El ya citado P. Gabriel Tomassini nos aporta una interpretación del notable etimólogo Mons. Pablo Cabrera,  quien sostuvo que dicho vocablo no era de origen quichua sino que pertenece al léxico de la lengua kakana o diaguita, y que tuvo su origen en la denominación de pueblos encomendados a la ciudad de Talavera de Esteco, situada en la jurisdicción de la ciudad de Salta, en la zona limítrofe con la región chaqueña.
     Según esta interpretación, la voz en cuestión se compone de “gual” cuya traducción es grande, y “ampa”, con sus variaciones “amba”, “mampa”, y “mamba”, que se traduce por agua o río, siempre en la lengua mencionada. De esto se desprende –siempre siguiendo a Mons. Cabrera- que el vocablo gualamba puede traducirse como Río Grande, que es la denominación con la que se conocía entonces al Río Bermejo en su curso superior.

     Esto está corroborado por la documentación relativa a las encomiendas otorgadas a vecinos de la ciudad de Esteco en 1574 por el Gobernador del Tucumán González de Abreu, donde se hace referencia a parcialidades aborígenes de la jurisdicción de esa ciudad, cuyo nombres terminan con la desinencia gualamba: Otomogualamba, Pagualamba, Viticogualamba, Niogualamba, etc. Es decir que dichos nombres o gentilicios designaban a las distintas parcialidades y también de donde provenían, o su tierra de origen, que podría tratarse de las proximidades del Río Grande o Bermejo.
      Para el historiador Tissera, el vocablo Chacogualamba con el que se designaban a sí mismos los del grupo Lule que habitaba esa región del Chaco, era un gentilicio y no un nombre geográfico. Gualamba era el sufijo con que este grupo componía su gentilicio, al igual que los otros grupos ya mencionados y que fueron encomendados a los vecinos de Esteco. De allí deduce este autor que el nombre chacogualamba significa ni más ni menos que “gente del Chaco”, apelativo que adoptaron los Lules al irrumpir y asentarse en la región
     Por su parte el etnólogo argentino Antonio Serrano, en su clásica obra “Los aborígenes argentinos”, señala que en el momento de la Conquista, el territorio comprendido entre el Río Salado y el Río Grande o Bermejo, o sea el actual Chaco Salteño en su parte meridional y el sector Noroccidental de la Provincia del Chaco, estaba poblado por pueblos pertenecientes al complejo étnico Lule-vilela-tonocoté cuyo idioma común era el Tonocoté, de la cual los jesuitas compusieron un “Arte y vocabulario”. A este complejo pertenecían los Mataráes y los Guácaras, con los cuales el fundador de Concepción del Bermejo Alonso de Vera fundó tres pueblos en 1585.
Se realizó la esquila de vicuñas denominada “CHAKU”
Pobladores del Departamento de Belén en Catamarca,
Argentina, practicando el "chaku" o captura y esquila de
 vicuñas con el antiguo sistema incaico
     De estos pueblos, los Tonocotés y Matarás eran agricultores y sedentarios, mientras que los lules eran nómades y de índole más guerrera. Para el tema que nos ocupa, importa destacar lo que dice Serrano sobre sus gentilicios. “Es de hacer notar que casi todos los gentilicios de parcialidades lules de Socotonio [en el actual Chaco Salteño al N.O. de la Provincia de Santiago del Estero] terminan en “gualamba”, característica sin duda del idioma o dialecto de estos lules”. Al respecto menciona como pertenecientes a los Lules, las parcialidades “dipetegualamba”, “lancogualamba” y “lacinogualamba” que aparecen citados en documentos del Siglo XVI.  Agrega Serrano que estos pueblos se dedicaban a hacer acopio de cera y miel, con los cuales ejercían un activo comercio con los españoles de las ciudades de Esteco y Santiago del Estero.
      Con una parte de estos pueblos los españoles fundaron reducciones a lo largo del Río Salado. Aquellos pueblos que no se sometieron se fueron corriendo al interior del Chaco y sobre las riberas del Bermejo para huir de la dominación hispánica, en una emigración que se prolongó hasta el siglo XIX. Un ejemplo extremo de este movimiento migratorio lo constituyen los Vilelas, quienes se radicaron primero en las orillas del Bermejo Medio para terminar habitando en los alrededores de Resistencia en la segunda mitad de aquel siglo. La designación de nuestra región como “El Gran Chaco Gualamba”, pudo tener su origen en el desplazamiento de aquellas parcialidades hacia el interior del territorio, motivando que los españoles y sus descendientes los hispanocriollos, designaran con ese nombre a toda la inmensa región boscosa que se extendía al Este de sus poblaciones, sin advertir que estaba habitado por otros pueblos racial y étnicamente muy diferentes, como lo eran los del complejo Guaycurú (tobas, abipones, mocobíes, pilagáes) y Mataco-mataguayo (matacos, maccás, mataguayos, chorotes, etc.) llamados “chaquenses típicos” por la Antropología moderna.

       De toda esta compulsa documental y bibliográfica podemos concluir que la voz “Chaco” designó a un sistema de cacería de ojeo practicada por los pueblos indígenas de la región e introducida durante el período de la dominación incaica en el Noroeste del Territorio Argentino, a las tierras en que se practicaba y a la multitud de pueblos que se reunían para tal fin. Y con respecto a la voz “Gualamba” que acompaña  en muchos documentos y mapas antiguos al nombre anterior, indicaba en su versión más aceptada, la procedencia de los pueblos que originariamente practicaban este sistema de caza, esto es el Río Grande o Bermejo, o bien el gentilicio de uno de esos pueblos. El desconocimiento geográfico por parte de los españoles motivó que poco a poco aplicaran este topónimo a toda una extensa región, como un modo de unificar la multitud de nombres que hasta entonces se aplicó a la misma.



BIBLIOGRAFÍA

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